*—Dominick:
Dominick se quedó inmóvil, aún inclinado sobre su espalda, con la nariz rozando la mordida, inhalando esas feromonas dulces como miel silvestre. Ese aroma cálido y suave le invadía los pulmones, nublándole la razón, empujándolo a reclamarlo una vez más…
Sin embargo, algo dentro de él se quebró al escuchar a su compañero llorar por esto.
—Callum… —murmuró Dominick, la voz ronca y quebrada—. No te voy a hacer daño, ¿me oyes?
El omega no respondió, pero su respiración era errática, rota por el llanto y el deseo mezclado.
—Eres mío. Eres la cosa más preciosa que tengo… —susurró Dominick, con una sinceridad tan cruda que hasta él mismo se sorprendió.
Callum se tensó bajo él, confundido, como si esas palabras hubieran cortado el lazo de las feromonas por un instante. Como si su alma quisiera entender, pero su cuerpo no pudiera.
Dominick apretó los dientes mientras sus manos temblaban al desabrochar el cinturón. Bajó el cierre con un gruñido contenido y liberó su erección, gruesa