*—Callum:
Cuando reveló parte de su secreto, escuchó un jadeo ahogado detrás de él.
—No… No puede ser… —balbuceó Noah—. ¿No es esa la marca de aquella vez?
Callum cerró los ojos. Lo había deseado muchas veces: que la marca desapareciera, que se desvaneciera como si nunca hubiera existido, pero no. Con los días, la hinchazón había bajado, el rojo se volvió rosado, y la cicatriz de los colmillos de alfa de Dominick permanecía, marcada en su piel como un estigma.
—¡Eso no debería haber pasado! —gritó Noah, exaltado—. ¡Tú eras un beta cuando ocurrió! ¡Eso es imposible!
—Lo sé… —murmuró Callum mientras se ponía la camiseta—. Pero recuerda lo que dijo el doctor Tate. Que tengo una genética silenciosa… que ni siquiera sabía que tenía las glándulas de un omega. Y que ese primer encuentro con aquel alfa activó algo en mí. Dijo que el cambio empezó en ese momento… y que, con este último encuentro, el proceso terminó de completarse.
Se giró para enfrentarlo. Noah lo miraba como si no pudiera re