Subtítulo:
“Cuando la verdad toca la piel… no hay forma de volver a fingir.”
La noche cayó, pero el bosque no descansó.
Cada rama crujía como si llevara un mensaje. Las hojas susurraban en idiomas antiguos que solo los lobos más viejos podían recordar. Ariadna caminaba descalza entre la maleza húmeda. No sabía cómo había llegado ahí. ¿Estaba soñando? ¿O la Luna la había llamado de nuevo?
Sus pasos eran suaves, pero su respiración era profunda, como si cada célula de su cuerpo buscara algo que no comprendía del todo. La bruma rozaba sus tobillos como dedos invisibles. Su corazón latía lento… pero intenso.
—¿Dónde estás llevándome…? —preguntó al aire, aunque sabía que no era a él a quien le hablaba.
Y entonces, lo vio.
Un claro.
En el centro, un círculo de piedras negras.
Y dentro del círculo… ella.
Ariadna se miraba a sí misma. Pero no como estaba ahora. Era más alta. Sus ojos eran completamente blancos, sin pupilas. Su cabello ondeaba como si flotara en el agua. Y de su espalda salía