subtitulo:
“A veces, el cambio no llega como un susurro… sino como un rugido que parte la noche en dos.”
La luna no estaba blanca esa noche.
Era de un rojo profundo, como si hubiera bebido sangre. Un resplandor extraño bañaba los árboles, proyectando sombras deformes que parecían moverse por sí mismas. El aire olía a tierra mojada… y a hierro. Era ese tipo de noche en la que hasta los depredadores dudan en salir.
Ariadna despertó de golpe, jadeando, con la sábana pegada al cuerpo por el sudor.
El dolor le atravesaba la columna como cuchillas candentes, y cada músculo de su cuerpo parecía desgarrarse desde dentro. Se llevó las manos al pecho… pero ya no se sentían como manos. Los dedos se arqueaban, los huesos crujían. Naira, su loba, estaba empujando, exigiendo salir.
—Kael… —su voz era apenas un hilo.
La puerta se abrió de un golpe, y Kael entró medio transformado. Sus ojos, de un verde intenso, brillaban con la luz de la luna roja, y su respiración era profunda, controlada… pero sus