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Capítulo 3: La Marca del Instinto

Subtítulo:

“Algunas verdades no se revelan, se despiertan.”

Ariadna no recordaba cómo había llegado al consultorio del médico. Todo después de aquella frase —“Estás embarazada”— había sido como un eco interminable retumbando en su cabeza. Había huido de Kael, corriendo sin rumbo por las calles como una loca. El aire no le alcanzaba. El mundo parecía derretirse a su alrededor.

Ahora estaba sentada en una camilla, frente a una doctora de semblante amable que sostenía una carpeta con sus análisis. Ariadna apretaba sus manos contra el vientre, temiendo lo que iba a escuchar.

—Señorita Luján —dijo la doctora—, su prueba de embarazo dio positiva. Está de entre cuatro a cinco semanas, aunque su desarrollo hormonal es... peculiar.

Ariadna apenas podía respirar.

—¿Peculiar cómo?

—Sus niveles de progesterona, oxitocina y adrenalina están por encima del rango normal. Mucho más. Es como si su cuerpo se preparara para algo más que un embarazo... algo defensivo. Además, su sistema inmunológico está fortalecido de manera extraordinaria.

La doctora la observó con más atención.

—¿Ha estado tomando algún tipo de suplemento? ¿Ha viajado recientemente? ¿Fiebre, sangrados, cambios hormonales previos?

Ariadna negó con la cabeza, sintiendo cómo se le helaban las extremidades. No podía contarle que días antes se había despertado desnuda en un bosque, ni que un extraño con ojos brillantes le había dicho que llevaba en su vientre algo no humano.

—Tal vez fue un error —balbuceó—. Necesito una segunda opinión.

—Podemos repetir el ultrasonido. Aunque su cuerpo ya está mostrando síntomas visibles —respondió la doctora mientras se colocaba los guantes de látex.

Ariadna se aferró a los costados de la camilla mientras el gel frío se extendía por su abdomen. En la pantalla apareció una figura pequeña, aún indefinida, pero con un pulso fuerte. Un latido firme y profundo.

La doctora frunció el ceño.

—¿Está escuchando eso?

Ariadna asintió, sin apartar la mirada del monitor.

—Ese ritmo... no es normal —dijo la doctora—. Pero tampoco es anormal en términos médicos. Es… inusual.

Era como un tambor tribal, un golpeteo firme que resonaba directo en su pecho. No necesitaba palabras. Algo dentro de ella lo sabía: ese latido le pertenecía. Era parte de ella. Y también… parte de él.

El resto del día fue una nube. Volvió a su apartamento caminando sin rumbo, con la imagen del latido incrustada en el alma. Por la noche, la marca en su vientre volvió a brillar, como si respondiera al recuerdo.

Cada vez que cerraba los ojos, veía un bosque, la luna llena… y el rostro de Kael.

De pronto, un crujido la hizo girarse. El ruido venía de su ventana. Se levantó con el corazón en la garganta y se acercó con cautela. Corrió la cortina lentamente.

Kael estaba ahí. De pie sobre el edificio de enfrente, observándola en silencio. Sus ojos brillaban entre las sombras. No sonrió. No saludó. Solo la miraba.

Ella no podía explicar por qué... pero no tenía miedo.

🔗 Gancho final:
¿Está Kael protegiéndola… o vigilándola? ¿Y qué clase de vida late ahora dentro de ella?

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