Subtítulo:
“Protegerla era su deber. Perderla, su condena.”
Kael no solía bajar la guardia. No como Alfa. No después de lo que perdió. Pero había algo en Ariadna que no podía ignorar. Su olor, su energía, su poder latente… Su marca lo quemaba desde lejos, y su presencia lo desarmaba de una forma que no comprendía.
No debía haberla dejado sola. Lo sabía. Pero necesitaba comprobar que no había sido una coincidencia. Lo que llevaba en su vientre era demasiado importante. Si otros se enteraban antes que él pudiera protegerla… ella no tendría oportunidad.
Esa noche, él irrumpió en su apartamento sin esperar invitación. Las cerraduras no le ofrecieron resistencia. Ariadna se levantó de un salto cuando lo vio en su sala, todavía con una taza de té caliente en la mano.
—¿Tú estás loco? ¿Cómo entraste?
—Tenía que asegurarme de que estabas bien —dijo con voz grave—. Hay cosas que no entiendes. Que no puedes entender ahora.
—¡Eso no te da derecho a entrar a mi casa!
—Eres parte de mi manada. Aunque no lo sepas. Y lo que crece dentro de ti... es parte de mí.
Ariadna tembló. No sabía si del miedo, del coraje o del extraño calor que se desataba cada vez que él se acercaba. Se sintió invadida, vulnerable. Pero, al mismo tiempo, segura. Era una contradicción que no podía procesar.
—¿Por qué yo? ¿Qué me hiciste esa noche?
—Nada. No fui yo quien te transformó. Fuiste tú. Tu naturaleza despertó. Lo que ocurrió en ese bosque fue el llamado de tu loba interior. Y yo acudí. Porque lo sentí. Porque tu poder gritaba... y me eligió.
—No soy una loba —dijo Ariadna, negando con desesperación—. ¡Nunca lo he sido!
Kael la miró con compasión, como si entendiera su negación.
—Tu sangre pertenece a una línea antigua. Dormida por generaciones. Sellada. Pero esa noche despertó... cuando te sentiste en peligro. Te transformaste, Ariadna. Tu cuerpo se convirtió en loba y atacó. No recuerdas porque fue la primera vez. El instinto tomó el control.
Ella se desplomó en el sofá, sin aliento.
—¿Y el embarazo?
—Eso... fue parte del vínculo. Cuando dos almas de sangre ancestral se encuentran, el instinto puede más que la lógica. Fue la loba en ti la que lo eligió. Lo que llevas es más que un hijo. Es el heredero de algo muy poderoso. De algo que todos temen.
Ella se cubrió el rostro con las manos, al borde del colapso.
—Esto no puede estar pasando...
Kael se arrodilló frente a ella. Tomó sus manos, con suavidad. Su tono cambió, más grave, más íntimo.
—Te juro por la Luna, Ariadna, que no permitiré que nadie te toque. Ni a ti, ni a nuestro hijo. Lo protegeré con mi vida. Aunque me odies. Aunque huyas. Soy tu Alfa. Y ya no estás sola.
Ella alzó la vista. Sus ojos se encontraron. Y por un segundo, se sintió segura. Aunque no entendía nada, su corazón ya lo reconocía. Algo más antiguo que su lógica le gritaba: él no es un extraño.
🔗 Gancho final:
¿Puede confiar en él? ¿O ese juramento es una cadena más disfrazada de protección?