Subtítulo:
“Cuando la luna te llama… no necesitas verla, solo sentirla dentro de ti.”
La noche cayó con una suavidad inquietante. El bosque estaba en silencio, como si la naturaleza misma contuviera el aliento. Kael había salido a patrullar junto a Jack y Sofía, y Ariadna se quedó en la cabaña, acompañada por un fuego tenue y sus propios pensamientos.
El leve mareo que sentía por las mañanas se había vuelto más constante. No era un malestar, sino una especie de desequilibrio interno, como si algo en su cuerpo se estuviera reajustando.
Y ahora, sola, lo sentía con más claridad.
Se acostó sobre la cama, cubriéndose con la manta gruesa, y cerró los ojos. No tenía sueño. Solo quería… desconectarse. Pero apenas su respiración se volvió profunda, el mundo cambió.
Todo se volvió blanco.
Flotaba.
No había techo. No había suelo. Solo un cielo lleno de estrellas suspendidas sobre una llanura de luz. La luna, enorme, colgaba en el firmamento como un ojo brillante, y desde el centro de ese respl