El sol aún no terminaba de salir cuando el portón principal de la mansión Lanús se abrió lentamente, dejando ver el auto oscuro que venía avanzando por el camino de piedra. El silencio de la mañana fue quebrado por el crujir de las llantas sobre la grava. Adrianna, aún estaba recostada en la cama junto a sus hijos.
—¿Cómo te fue en el viaje madre? —preguntó Enzo.
—Mis niños, fue un viaje maravilloso. El próximo lo haremos todos jj yos como familia. ¿Les parece?
—¿Ya tendremos un papá? —preguntó Paolo.
—Yo no quiero otro papá. Yo quiero saber de mi padre verdadero. —reprochó Emiliano.
Adrianna sintió estremecer su mundo, todo lo maravilloso que había vivido en un momento se torno sin sentido. Miró a su hijo sintiendo un estrujón en su corazón.
—Yo quiero a Paolo, mi mamá es feliz con él. Y si ella está bien, todos debemos apoyarla. —dijo Enzo con mucha determinación.
—Estoy de acuerdo contigo Enzo. —dijo Paolo.
—Mis amores, no discutan por favor. —dijo Adrianna. Los miró y cerró los o