Adrianna y Paolo se sentían acalorados, habían recorrido todo el pueblo, habían probado las comidas tradicionales del lugar y hasta se habían vestido con los trajes típicos de la región, todo eso ll llevaban trabado en su camara y en sus recuerdos.
Paolo abrazó a Adrianna por la espalda y besó su cuello.
—Gracias por este día tan maravilloso. —dijo ella girándose para quedar frente a él.
—Gracias a ti por compartirlo conmigo. Este día… es uno de los más felices de mi vida. —respondió Paolo, acariciándole una mejilla con los dedos.
Adrianna bajó la mirada, sintiéndose cálida por dentro. Una parte de ella aún se sorprendía al saberse capaz de vivir algo así sentir paz, ternura, una ilusión nueva. Era como si el dolor hubiese desaparecido por completo.
Caminaron en silencio, subieron al auto y fueron de regreso a la cabaña.
Paolo la observó en silencio, la tomó de la mano con fuerza. Sin palabras, pero con un lenguaje que iba más allá de cualquier promesa.
Al llegar, bajaron y entraron a