Los días pasaban, cada uno sumergido en sus labores, en sus trabajos al igual que Adrianna. Adriano visitaba y pasaba tiempo con los pequeños. Mientras que Paolo, llegaba cada tarde con algo nuevo, para Adrianna, una canción, una fruta, una historia. Y Adriánna, sin darse cuenta, empezó a sonreír sin miedo.
Una tarde, él la encontró sentada junto al ventanal, con el rostro vuelto hacia el sol.
—¿Estás lista para una locura pequeña? —preguntó él, con una chispa en la voz.
—¿Qué tipo de locura? —ella se carcajeo.
—Te invito a ir al mar —dijo él
—Nada lejos. Solo un día. Una playa tranquila. Tú, yo... y el sonido de las olas. Te llevaré de la mano todo el tiempo, si hace falta.
Ella se quedó en silencio.
—Hace años que no voy a la playa. —susurró.
—Entonces es hora. —dijo Paolo
—Que el mundo te vuelva a sentir. Y que tú vuelvas a sentirlo a él. —dijo tomando su mano para que se pusiera de pie.
Ella dudó, y aceptó sonriendo. Estaba felíz..
—Está bien. Pero solo si tú me prometes no solt