Adrianna no esperaba encontrarse con su amiga esa noche, era un capítulo que había cerrado en su vida desde el momento en que decidió seguir h empezar una nueva vida lejos de su país natal.
Ahora estaba ahí parada frente a ella, y parpadeó, sintiendo un nudo en la garganta. Levantó la mirada y vio sonreír a Paolo, y luego a Lucrecia, que se acercaba a la mesa.
-¡Adri! -le habló Lucrecia.
Adrianna estaba en trance; como en cámara lenta, se puso de pie, se giró, y quedó frente a su no recordada amiga. Formó una fina línea en sus labios forzando una débil sonrisa.
-Soy yo, Lucrecia. ¿Acaso me olvidaste en todos estos años? Adri... Por favor. -continuó su amiga. Adrianna sentía que se asfixiaba conteniendo la respiración, y miró a Paolo.
El silencio era sepulcral. Lucrecia, con una sonrisa amplia y los brazos abiertos, esperaba ser correspondida por su tan entrañable amiga.
-Adri... ¿Qué pasa, amiga? -preguntó al verla palidecer.
Adrianna parpadeó de nuevo, sintiendo que el suelo era una