Capitulo 6

Paolo miró fijamente a su hijo, y vio en su mirada un destellos de tristezas.

—¿Estás bien hijo? Promete que estarás bien, y que me escribirás de vez en cuando.

Lo haré padre, prometo que lo haré.

Claudio abrazó nuevamente a su padre tan fuerte y salió sin mirar atrás, entró al ascensor y bajó, salió de ahí subió a su Lamborghini y fue rumbo al aeropuerto privado, abordó el jets que lo llevaría a Nueva York, y dos días después viajó a las montañas del Himalaya.

Paolo Marccetti, es un empresario que después de quedar viudo se dedicó a trabajar y a criar a su único hijo.

Estaba en la lista de los hombres más ricos de europa, y nunca se le vio en una reacción seria.

Casi tres meses antes.

—Vamos Lucio, o llegaré tarde a la recepción, después mi sobrina no me lo perdonará.

—Ojalá encuentres al amor en esta fiesta, no estarán las de siempre, con las que estás acostumbrado compartír.

—Serán una chiquillas como mi sobrina Lucio no encontraré el smo en esta fiesta.

—No eres tan viejo hermano.

—Pero tampoco soy un joven de su edad.

—Bueno ya veremos lo que pasa. —respondió Paolo bebiendo una copa de champagne.

Lucio llegó al estacionamiento, Paolo bako de la luminaria y arregló su corbata.

—Tienes libre el resto de la noche amigo.

—Estaré de regreso en el momento en que me llames, tengo una cita importante, —dejo Lucio llegando con Paolo llegó a la recepción

—Disfruta tu cita, yo regresaré por mi cuenta. —dijo Paolo y caminó en dirección al ascensor. Marcó los dígitos y subió al piso donde estaba la recepción de Lucrecia.

Las puertas metálicas se abrieron, y justo en ese momento Paolo Marccetti recorrió con la mirada el salón y miró al fondo frente de donde estaba Claudio a una joven que llamó su atención, su piel blanca contrastaba con su largo cabello negro y ondulado.

Caminó para saludar a los conocidos y en ese momento se acercó su sobrina Lucrecia.

—Tio, creí que no  vendrías, yo te lo hubiera perdonado.

—No me lo perdería nunca, mi querida sobrina. —respondió Lucrecia cuando se percató de la mirada de Paolo.

Lucrecia miró a Adriánna y luego a Paolo y sonrió.

—Tío, no tienes oportunidad ahí, es una chiquilla de mi edad y no creo le gusten los maduros. —dijo riendo. Paolo entendió y la miro.

—No me gustan los viejos ibas a decir ¿cierto? Pícara. —respondió riendo.

—No, solo me llamó la atención su hermoso cabello oscuro.

—Cuando cumpla los dieciocho, le diré que tengo un tío que que es su administrador y que dice ser él, entre más canoso más sabroso.

Paolo y Lucrecia rieron, y luego cada quien paso envuelto en sus conversa tribunales.

La noche transcurría, todos compartían  sin imaginar lo que ocurría en los vestidores.

La fiesta termino, Lucrecia buscó a Adriánna para pasar a dejarla a su casa Pero nunca la encontró.

—No me responde el teléfono,

—Talvez ya se marchó y no se despidió dijo Paolo.

—Yo le dije que no se fuera sola, es muy peligroso por donde ella vive.

—Bueno, mira la hora que es, ya debe estar durmiendo, mañana te responderá. —sugirió Paolo, y se marcharon al no tener respuesta, de Adriánna.

Al día siguiente, Lucrecia siguió intentando comunicarse con Adriánna sin tener respuesta.

—Voy a su casa tío, ella siempre responde.

—Talvez perdió el teléfono, no creo que no desee responder.

—Ya estoy preocupada, ella nunca se queda en silencio. —insistió Lucrecia, salió de l residencia, subió a su auto y salió a la dirección de la casa de Adriánna, llegó, y vio todo cerrado en completo silencio volvió a marcar el número de teléfono y fue igual, no obtuvo respuesta, decidió regresar sintiendo una inquietud. Llegó a su residencia y fue a su habitación.

—Es raro, Claudio tampoco me responde. —dijo Paolo intentando comunicarse con su hijo.

—entonces se fugaron. —dijo Lucrecia en sin de broma.

Los días pasaron  Lucrecia recibió una vaga respuesta de Lety.

—¿Un trabajo? Que raro, Adri nunca me dijo nada de buscar trabajo fuera de la ciudad.

Lety logró convencer a Lucrecia de la repentina partida de Adriánna, mientras Claudio no daba señales.

Unos días después,  Paolo estaba despidiendo a Claudio, que repentinamente había llegado diciendo que estaría de viaje.

—¿Irás a Nueva York, y de ahí te vas a Himalaya?

—Si padre, me estaré comunicando contigo de vez en cuando.

—Cuídate hijo mío.

—Lo haré padre, cuidate tu también, no se cuánto tiempo estaré viajando, solo se que no tengo fecha de regreso.

Paolo se abrazó a Claudio y lo vio alejarse, sintió un estrujón en su pecho, pues no sabía cuando el aventurero de su hijo regresaría.

Paolo, recordaba a Adriánna, la vio sonreír y esa imagen siempre estaría en su mente.

—Adriánna....—pronunció en un susurro, se negaba a pensar en ell pero era más fuerte que el.

—Era alguien imposible para mí, si algún día existiera, si algún día existiera. —se repitió así mismo bebiendo un vaso de whisky de un solo sorbo, dejó el vaso y caminó a la terraza de su habitación, y parado con las manos en los bolsillos, cuando su celular sonó. Miró la pantalla y reflejo el nombre de Penélope.

—Hoy no Penélope, hoy no. —dijo colgando la llamada y dejando el teléfono sobre la mesa.

Los días pasaban convirtiéndose en semanas, cinco semanas habían pasado cuando recibió noticias de Claudio.

—¡Hola papá! Mira tras de mí,

—Hola hijo, que tal tu viaje

—Estoy en una aldea en una región de las montañas de Himalaya, es maravilloso este lugar, espero que vengas algún día.

—Eso creo hijo, algún día iré de vacaciones. —respondió Paolo mirando las imágenes tras de Claudio el paisaje era maravilloso, lo veía y se escuchaba felíz y seguro.

Hablaron por un largo tiempo y nuevamente se despidieron.

—Mantente en contacto Claudio.

—Claro que lo haré padre, en muchas regiones no hay señal, te enviaré correos y me mantendré comunicado, cuidate mucho padre.

—También tu hijo mío, cuídate mucho.

Claudio colgó la llamada y Paolo sintió nostalgia de no poder compartir las vacaciones son su hijo como siempre lo hacía.

Los días continuaban pasando convirtiéndose en semanas y estos en meses, cinco meses habían pasado, Claudio seguía enviando fotografías y cartas por correo explicando que por falta de señal no podía estar muy comunicado. Paolo recibía y respondía cada vez que su hijo se comunicaba.

—Lucio, tengo un nuevo proyecto que requiere de mi presencia y te daré que viajar.

—Ve tranquilo hermano, sabes que cuentas conmigo, trataré de mantener la mansión en orden.

—Eso lo se Lucio, lo que no se es cuánto tiempo me llevé estar allá.

—Paolo, solo deseo que dónde sea que vallas encuentres una mujer que te saque de tanto trabajo.

—El tiempo lo dirá Lucio, solo el tiempo lo dirá. —respondió recordando a la joven de cabellos negros, a la que no volvió a ver jamás y que Lucrecia tampoco había logrado encontrar.

Paolo estaba en el aeropuerto privado, subió a su jet, para viajar a París, el nuevo proyecto de la construcción de la cadena de hoteles en ese país le tomaría mucho tiempo.

Paolo al igual que Claudio y Adriánna se alejaron de Roma por tiempos indefinido, cada uno buscando sanar las heridas que el destino les había causado, Claudio, sentirse el ser más despreciable y monstruoso como se sentía, aquella noche cambiaría la perspectiva que tenía frente a la vida, Paolo, con un leve recuerdo de una adolescente que le era prohibida para el, y Adriánna, tratando de escapar de ese doloroso recuerdo, Pero llevando en su vientre, la resiliencia en persona, sus tres hijos que representarían ese pasado del que pretende escapar, Pero que estará presente cada instante de su vida.

Por qué a pesar de estar  sanando su alma, siempre existirá ese momento en el tiempo congelado en sus pensamiento.

Tres vidas, tres destinos que se cruzaron y entrelazaron  por una dolorosa circunstancia.

ADRIÁNNA.

Adriánna, Lety y Ernesto, habían llegado a Atenas, y el chófer esperaba por ellos en el aeropuerto.

Caminaron por los pasillos y llegaron donde estaba Cirilo.

—Bienvenido señor Lanús. —dijo el chófer.

Ernesto respondió al saludo, e invitó a la sorprendida Lety, que no entendía como un chofer de Uber era tratado como un millonario.

Miró fijamente y de forma interrogante a Ernesto y el sonrió.

—Realmente soy detective privado, y estaba en un caso de investigación. —dijo entendiendo las interrogantes.

—¿Que investigadas? Si se puede saber claro está.

—Mi hija viajó a Roma con unas amigas y una noche le sucedió lo mismo que le sucedió que a ti Adrianna. Y perdón por traer de vuelta esa fatídica noche. —respondió mirándola, Adriánna lo miró y tragó el nudo en su garganta.

—Tranquilo Ernesto, el el evitar hablar no significa que no existió, solo es un tema del eue no deseo hablar por ahora.

El resto del recorrido fue en completo silencio, Adrianna recorrió el paisaje mientras en su mente, se recreaba imágenes de sus hijos. ¿Que rasgos tendrán si se parecen a su padre?.

El auto se estacionó y y frente a sus ojos tenis una enorme mansión.

—Hemos llegado señoritas. —dijo Ernesto bajando y después dando la mano a Adrianna y luego a Lety.

—Es muy linda tu casa, que digo casa, mansión. —dijo Lety.

—Esta toda a su disposición, este será su hogar de ahora en adelante.

—Será hasta que busquemos trabajo, y podamos tener nuestro propio departamento.

—Esta casa es muy grande, tendrán, tan grande que será como vivir en nuestros propios departamentos, pero ya habrá tiempo para hablar de eso. —dijo Ernesto caminando con ellas al interior de la mansión.

Llegaron al interior y pasaron a la sala de estar donde lo esperaba, Natali y el pequeño Joshua.

—¡Abuelo! —dijo Joshua corriendo corriendo a sus brazos.

—Hola mi campeón, ¿Como has estado? ¿Te portaste bien?

—Si abuelo, ya aprendí a sumar, mira uno más uno son dos. —expresó con alegría mostrando sus dedos.

—¡Bravo! Estoy .uy orgulloso de ti mi campeón. Mira te presento a dos amigas, ellas necesitan que tú en tus momentos libres les muestres está casa.

—Si abuelo, Seré su guía. Hola soy Joshua. —dijo el pequeño, caminó y se presentó ante Lety y Adrianna. Ellas sintieron y tomaron su mano.

—Hija te presento a Lety y a Adrianna, unas amigas. —dijo y Natalia sonrió al notar el sonrojo de su padre al mirar a Lety.

—Mucho gusto Lety, Adrianna, espero se sientan muy cómodas, y me alegra mucho tenerlas aquí, Asi no estaremos tan sólo.

Después de las formalidades Natalia las llevó a la planta alta para indicar sus habitaciones.

—Está será la tuya. —le indico a Adrianna.

—Espero que seamos buenas amigas.

—Si, también lo espero.

—Cuando desees aquí estoy para hablar.

Natalia, salió de la habitación y Adrianna suspiró profundo, miró lo grande y espaciosa que era,  caminó despacio y salió a la terraza, miró el hermoso paisaje, cerró los ojos y suspiró profundo.

—Una nueva vida. —dijo en un susurro y acariciando su vientre.

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