La recepción se llevó a cabo en un salón decorado con luces cálidas y arreglos florales discretos pero elegantes. Había mesas redondas cubiertas con manteles blancos y copas brillando bajo los focos tenues. En una esquina, una pequeña banda tocaba música suave, y en otra, una mesa con bocadillos y postres atraía a los más jóvenes.
Adriánna entró al lugar tomada del brazo de su madrina. Vestía un vestido color beige, y el brillo en sus ojos no venía solo de la emoción, sino del alivio. Ya todo había valido la pena.
Paolo, Emiliano y Enzo parecían unos verdaderos caballeros adultos saludando a los invitados, Adrianna sonreía sentía esa satisfacción de ver lo bien que estaba educando a sus pequeños.
—Por fin terminamos la carrera mi Adri, ahora formaremos una sociedad para empezar nuestra propia empresa constructora, que será conocida internacionalmente. —manifestó Vasiliki acercándose a Adrianna y abrazando la para felicitarla.
—Claro que sí, será un desafío que juntos lograremos, fuero