El grito quedó atrapado en su garganta cuando despertó. Lía se incorporó de golpe en la cama, con el cuerpo empapado en sudor frío y el corazón martilleando contra sus costillas como si quisiera escapar. La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz plateada que se filtraba entre las cortinas.
La imagen seguía grabada en su retina: uno de sus pequeños, tendido sobre un círculo de piedras antiguas, con la piel pálida contrastando con la sangre que manaba de su pecho. Y sobre él, implacable y rojiza, una luna que parecía observarlo todo con indiferencia cruel.
—Solo fue un sueño —murmuró para sí misma, pero las palabras sonaron huecas incluso para ella.
No era un simple sueño. Era una premonición. Lo sabía con la misma certeza con que sabía que respiraba. Las mujeres de su linaje siempre habían tenido el don de ver fragmentos del futuro durante el sueño, aunque ella había intentado negarlo durante años. Ahora, ese don se manifestaba de la peor manera posible: mostrándol