— ¡Tú loba desvergonzada! ¿Cómo te atreviste a envenenar tu sangre para que mi bella Esmeralda muriese? ¡Mereces que te mate yo misma, pero no te vas a salir con la tuya, ya lo verás!
La madre de Esmeralda había levantado de la camilla a la débil luna, recién le habían quitado dos unidades de sangre, había vomitado la comida y sus cachorros la mantenían somnolienta, ella no estaba en condiciones de enfrentar a una feroz y cruel loba sin corazón que quería asesinarla.
— ¡Déjeme en paz, yo no tengo nada que ver, no sé que pasó, Suéltame, me estás haciendo daño, y yo... Estoy embarazada, llevo a los cachorros del alfa en mi vientre!
— ¡Eres una mentirosa, tu jamás vas a llevar a los cachorros del Alfa en tu cuerpo, te haré pagar tu atrevimiento maldita zorra! — La mujer sacó las garras para dar un zarpazo mortal a Alejandra, más en ese momento el mismo Alfa le detuvo la mano.
— ¿Qué demonios crees que le estás haciendo a mi luna? — Los dientes y el asomo de los colmillos del feroz lobo hicieron temblar a la loba madura. No se esperaba que llegara el mismo a defenderla.
— Leonardo... — Alejandra estaba sorprendida de que el rey la estuviese defendiendo de la desquiciada loba que por poco y la mata.
— !Ella... ella casi mata a mi dulce Esmeralda, se merece un castigo ejemplar, no puede dejar que su intento de asesinato quedé impune mi Alfa!
— ¡No fue ella quien envenenó a tu hija, fueron mis cachorros los que la rechazan a muerte y están defendiendo a su madre!
— Pero Alfa, eso es una mentira...
— ¡¿Me estás llamando mentiroso?! — Leonardo ya estaba en un rugido.
— No... no, por supuesto que no, es solo que... Creo que ella está mintiendo, que no está embarazada de sus cachorros.
— Nuestra luna está esperando a los cachorros de nuestro Alfa, yo doy fe de este hermoso milagro. Además ellos son marido y mujer, ¿Qué es lo imposible aquí?— El doctor daba fé de ese inesperado suceso, pero que resultaba natural después de todo.
— ¡Escuchen todos, a partir de ahora Alejandra Montes de Oca, luna de la manada Luna de Plata, es sagrada para todos, nadie, absolutamente nadie podrá hacerle siquiera un solo rasguño o lo mataré yo mismo, ella será la madre de mis hijos, mis únicos herederos, sus futuros Alfas y deben cuidarla como si su vida dependiera de su bienestar! ¿Quedó claro?
Las opiniones estaban divididas, unos lobos creían que la mejor luna para su alfa era la dulce y elegante Esmeralda, una loba de alto estatus y linaje.
Pero otros apoyaban a la luna Alejandra por qué ella había sido la elegida por la diosa luna como pareja destinada del Alfa Leonardo.
— Yo... Me siento débil... — Fue lo último que alcanzó a decir la bella luna antes de perder el conocimiento, había pasado por mucho en un solo día, su débil cuerpo no resistió más.
— ¡Doctor rápido revise a mi luna! ¡Ella debe estar bien, debe recuperarse! — El alfa la tomó en sus brazos y la acostó en la camilla en la que estaba antes de que la madre de Esmeralda la sacara de ahí.
— Ella está muy débil, le han quitado mucha sangre, su cuerpo ahora está sufriendo las consecuencias. Eso disminuye las posibilidades de los cachorros para sobrevivir. — El médico le hacía el reclamo a su Alfa, lo que le habían hecho a la luna era casi inhumano.
— No sabía que estaba embarazada, ¿Qué se tiene que hacer para que se cure? Lo que sea lo haré, solo dígalo. — Ahora el Alfa estaba por arrancarse su propio pelaje, perder a sus hijos no era una opción.
Necesitamos sangre, ahora para transfundirsela a ella. Y después rezarle a la diosa luna para que nos permita conservar a los cachorros a pesar de haber sido tan crueles con ella.
— ¡Doctor, no se olvide de que le está hablando al Alfa, conozca su lugar! — El beta Patricio no podía permitir que le faltaran el respeto al rey. Aunque sabía que ese doctor solo estaba diciendo la verdad.
— Me disculpo Alfa. — El doctor inclinó levemente la cabeza en señal de rendición.
— Seré yo, yo le daré de mi sangre a mi luna, prepara todo, no hay tiempo que perder.
— Si, quizás sus cachorros acepten la sangre de su padre, espero que no estén demasiado enfadados con usted.
En menos de nada el procedimiento se llevó a cabo, el equipo médico estaba atento a cualquier reacción de la bella luna, ella era de tez blanca y hermosa, pero ahora mismo parecía estar gris, sin color alguno ni siquiera en sus rosados labios.
Leonardo no le había dado de su sangre a Esmeralda por qué no estaba permitido, las reglas de la manada eran muy estrictas, el Alfa nunca se debía poner en peligro, él era la fuerza y valentía de su reino, pero ahora las cosas eran diferentes, se trataba de su luna y sus cachorros, las reglas si lo permitían.
(...)
En la habitación contigua Esmeralda no tenía nada de dulce y bondadosa, rumiaba furiosa por lo que estaba pasando con Leonardo y la débil luna que tenía, enterarse de que ella estaba esperando a los cachorros del lobo que deseaba para ella la tenía al borde de la histería.
— Cálmate hija, no debes perder la compostura, has ganado demasiado como para perderlo ahora. — La madre intentaba calmar a su caprichosa hija.
— ¡¿Pero que no escuchaste mamá?! !Esa maldita perra va a darle hijos a Leonardo, sus herederos! ¿Y yo que? !¿Qué soy para él?!
— El Alfa te ama a ti, solo está con ella por qué la diosa se la dió de compañera, nuestra diosa debió de haberse equivocado, no hay otra loba en el mundo tan perfecta como tú para ocupar el lugar de reina de la manada Luna de Plata, hija mía. Confía en tu madre, lo vamos a solucionar.
— ¡Es que me muero de celos de saber que le está dando de su propia sangre, cuando a mí nunca me la dió por más mal que me encontrara! ¡Voy a matar a esa perra con mis propias manos, Leonardo es mío, solo mío! — Los ojos amarillos de la loba brillaban con odio. Alejandra estaba corriendo un grave peligro con tan crueles enemigos tan cerca.