Quemando a unos cuantos enemigos.
Las angelicales y frágiles lunas estaban siendo apuntadas directamente por armas de alto calibre, los Alfas se tensaron de inmediato, no podían permitir que sus compañeras destinadas resultaran heridas de bala, eso podría comprometer su vida y la de los cachorros.
La mirada asustada de las lobas estaban puestas en sus Alfas, debían proteger la vida de sus cachorros, no se moverían hasta que esos asesinos dieran la órden.
— Les daré una sola oportunidad, bajen las armas y dejen ir a nuestras lunas, si lo hacen, les perdonaré la vida, pero si insisten en apuntarles van a pagarlo muy caro. — La voz gruesa, seria y cargada de furia se escuchó salir del Alfa Leonardo.
El mafioso Antoni dio un tiro a la pierna del rey, no iba a permitir que los intimidara. Quiso dejar claro que ellos tenían la ventaja en la guerra de mafias.
El lobo dejó escapar un diseño de dolor, la sangre comenzó a brotar de su pierna.
— ¡Leonardo...! ¿Estás bien?
— Estoy bien, una bala no va a matarme