La mirada de Miguel seguía sobre Sofía a lo lejos; no podía despegar la mirada de sobre ella ni por un solo segundo. Sofía estaba sentada en una de las gradas, con Lilly sobre las piernas, observando a Sebastián mientras regresaba al circuito.
El sol caía de lleno sobre la pista, y por un momento él sintió que el tiempo se detenía en torno a ella. Una mujer anciana, de rostro amable, se inclinó hacia Sofía y le dijo algo que la hizo reír con suavidad. Aquella sonrisa, tan ligera y sincera, le encogió el pecho a Miguel.
Llevaba semanas sin verla, y meses sin sonreír así.
Sin pensarlo, se giró hacia su amigo que se mantenía en silencio en su lugar, admirando las pistas y los autos.
—Espérame aquí —le dijo en voz baja, con el tono de quien intenta disimular algo que le duele o le incomoda demasiado como para quedarse quieto—. Necesito hablar con ella.
Martín asintió, sin decir palabra, pero sus ojos lo siguieron con una mezcla de comprensión y resignación. Como si, una parte de él le exi