Las palabras insistentes de Clara, sacaron a Miguel de sus pensamientos, se estremeció un poco, regresando a la realidad. Sus miradas se encontraron y él notó la ilusión en los ojos de su compañera.
—¿Y? ¿Qué dices? —insistió ella sin dejar de verlo. Sus ojos estaban muy abiertos, como si quisiera lavarle el cerebro para que aceptara su idea, para que cayera en las redes de su plan.
—Por supuesto que me gustaría casarme contigo, Clara —susurró besando su nariz—. Solo que hay un pequeño detalle que debo resolver antes —afirmó con un tono de seriedad—. Quiero esperar un poco más para podernos casar. Aún no he firmado el acuerdo de divorcio que dejó Sofía. La verdad es que, viéndolo de manera objetiva y racional, es un acuerdo injusto en la división de bienes para Sofía —expuso con serenidad, esperando a queClaralo entendiera.
—¿Injusto? —indagó ella con falsa inocencia.
—Sí, se iría sin nada. Es injusto, ¿cierto? Tú lo entiendes… lo sé.
—¿Qué planeas hacer al respecto? —preguntó otra ve