La llamada terminó, pero Sofía no se movió. El teléfono seguía apoyado en su mano, frío, como si el metal pesara el doble de lo normal. La voz de la agente todavía resonaba en su mente, insistente, devastadora.
«El dueño recibió una oferta más alta… quiere renegociar… si no viaja ahora, lo perderá»
Se llevó la mano libre a la frente, tratando de contener el torbellino que comenzaba a arrasarlo todo. Había planeado cada paso con precisión. Había calculado el tiempo para despedirse de Miguel sin que él lo supiera, para dejar todo en orden, para que la marcha no doliera tanto. Pero ahora… ahora el reloj había estallado.
Miró alrededor, buscando algo donde anclar la mirada. Las flores del jardín parecían inclinarse hacia ella, como si también supieran que ese sería su último adiós.
La agente lo había explicado con calma, con esa profesionalidad que se vuelve cruel cuando la realidad es inmisericorde:
—El comprador está ofreciendo casi el doble. El propietario quiere romper el contrato y e