Capítulo 12 «Una hora»

La noche había caído por completo, pero el jardín seguía iluminado por la luz cálida que salía de la casa. Las flores se mecían suavemente con la brisa, desprendiendo un aroma tenue que se mezclaba con la humedad del césped. Sofía estaba sentada en una banca de hierro, las manos juntas sobre las rodillas, mirando el cielo despejado como si pudiera encontrar respuestas entre las estrellas.

Miguel se acomodó a su lado sin decir nada. El silencio no era incómodo, pero pesaba. Entre ellos había demasiadas palabras no dichas, demasiado terreno que ninguno se atrevía a pisar.

Por un momento, todo parecía quieto. Hasta que Miguel habló con señas, con delicadeza.

»¿Recuerdas cuándo plantaste esas flores?

Sofía asintió con la cabeza. Aunque no necesitó responder; él no esperaba que lo hiciera.

En su mente, las imágenes regresaron con nitidez: aquella primavera, el sol abrasador, la tierra húmeda entre sus dedos. Miguel estaba ausente la mayor parte del tiempo, perdido en la rabia y la tristeza
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