La noche seguía avanzando mientras Sofía y Sebastián encontraban un poco de calma en medio de ese caos que representaba Miguel. El hecho de que ese hombre estuviera tan cerca y tan decidido a recuperar a Sofía, había hecho lo contrario: los unió aún más, como si cada prueba les diera a entender lo que verdaderamente significaban el uno para el otro.
—La carrera del próximo domingo —murmuró Sebastián, reclinado en el sofá con una taza de té entre las manos—. La pista es complicada, con dos curvas cerradas seguidas que han roto a más de uno.
Sofía seguía recostada en su hombro, como si ese lugar ya le perteneciera a ella. Podía sentir su concentración, la tensión de sus músculos, la emoción en su voz.
Una parte de ella seguía aterrada por lo que iba a pasar, por la carrera, por ese riesgo innecesario en el que se había puesto solamente para probarle algo a alguien más. A ella no le interesaba el dinero o las posesiones, ella simplemente lo quería a él, a su lado, con su hija.
—Estás ner