La imponente presencia de Maximilien dejó a todos sin aliento. Gracia alzó la mirada y, como el resto, guardó silencio.
Con un tono más firme, Maximilien repitió la pregunta:
—¿Quién dio la orden de retirar la obra de mi esposa?
Celeste dio dos pasos hacia adelante y, con aparente calma, se acercó a saludarlo con un beso en la mejilla. Pero Maximilien no se inmutó. Era como un roble, firme e inquebrantable, muy distinto al hombre de antes.
—¡Maxi! Qué bueno que has llegado.
—Celeste —respondió él con frialdad, provocándole un leve rubor.
—Fui yo quien ordenó retirar todas las obras de Gracia. Como inversionista de esta galería, creo que es fundamental proteger su reputación. Estamos hablando de una de las galerías más prestigiosas del país. Si se corre el rumor de que exhibimos obras plagiadas, ¡nos enfrentaremos al peor de los escándalos!
Las palabras de Celeste encendieron la furia en Maximilien, que se acercó a Gracia, justo cuando ella terminaba de envolver su cuadro, y tomó su