Isabelle salió del baño, vestida con ropa ligera y cómoda.
James la observó desde la cama, sin decir nada al principio.
La luz del verano seguía entrando por las cortinas, como si el día se negara a terminar.
Oliver entró justo en ese momento, con un vaso de agua y unas pastillas en la mano.
—Hora de tu medicina —dijo, acercándose a la cama.
Isabelle se giró hacia James.
—Voy a bajar a la cocina.
Necesito comer algo antes de que me requieras como tú enfermera personal
James sonrió.
—No prometo portarme bien en tu ausencia.
Isabelle le lanzó una mirada divertida y salió de la habitación.
Oliver dejó el vaso sobre la mesa plegable y se sentó en la silla junto a la cama.
—Míralo por el lado bueno —dijo—.
Estás en la Mansión Moore.
Que también es tuya.
Y eso tiene sus ventajas.
James lo miró, curioso.
—¿Como cuál?
Oliver se encogió de hombros.
—Por lo menos tienes a Isabelle un poco más cerca.
James soltó una risa breve, sin humor.
—Eso no