La cena de Nochebuena en la mansión Moore era un espectáculo de elegancia contenida. El comedor, con su mesa larga vestida en lino marfil y candelabros de cristal, estaba lleno de murmullos, copas tintineando y miradas que decían más que las palabras. La tormenta invernal había retrasado a algunos invitados, pero la mayoría ya estaba presente: Noah e Isabelle, Camille y Lucie, Celeste… y Henri, sentado junto a Beatrice, aún sin haber sido presentado.
Isabelle, desde su lugar, miraba hacia la puerta cada tanto. Y entonces, él llegó.
James apareció con el viento aún enredado en su abrigo negro. Llevaba una camisa blanca abierta en el cuello, sin corbata, y un pantalón oscuro perfectamente entallado. Su cabello estaba ligeramente húmedo por la nieve, despeinado con intención. Rebeldía, poder y elegancia caminando en una sola figura.
Isabelle no pudo evitar suspirar.
No por el frío.
Sino por lo que no podía decir en voz alta.
James se acercó a la mesa, quitándose el abrigo c