James giró suavemente a Isabelle, haciéndola quedar de frente a él. Sus manos aún en su cintura, sus ojos fijos en los de ella. Le dio otro beso, más lento, más profundo. Un beso que no buscaba repetir lo anterior, sino sellarlo.
—Deberíamos ir a ver a los niños —murmuró él, con voz aún cargada de lo que acababan de compartir.
Isabelle asintió, con una sonrisa que aún temblaba en sus labios.
Salieron de la habitación tomados de la mano. En la sala, Leah y Alex jugaban con la empleada, rodeados de cojines y risas. Al verlos, Isabelle se volvió hacia James.
—Tenemos que irnos.
James asintió, aunque su mirada se quedó un momento más en los niños.
—Mañana, después del trabajo, paso por ti en la noche —dijo, volviéndose hacia ella—. Quiero invitarte a cenar. Solo tú y yo.
Isabelle lo miró con curiosidad.
—¿Hay alguna razón especial?
James negó con una sonrisa tranquila.
—No. Solo quiero estar contigo.
—¿Cómo debo ir vestida?
—Será en un restaurante con jardín. Algo