La mansión en Belvedere Hill se alzaba con elegancia entre los árboles, bañada por la luz dorada del atardecer. Al llegar, Leah y Alex corrieron por el sendero de piedra como si ya conocieran cada rincón. Isabelle caminaba junto a James, mientras Evelyn y Beatrice admiraban la arquitectura con discreta fascinación.
Una vez dentro, se reunieron en el comedor. La mesa estaba servida con cuidado, y entre bocados y copas, las risas comenzaron a llenar el espacio. Leah contaba anécdotas del salón Montclair, Alex hablaba de su traje nuevo, y Beatrice escuchaba con una sonrisa que no se le borraba.
Después de la comida, Evelyn se levantó con calma.
—Ha sido un día hermoso —dijo, mirando a James—. Gracias por invitarnos.
Beatrice se puso de pie también.
—Y por permitirnos ver esto. Verlos juntos.
Los niños se acercaron y abrazaron a ambas mujeres con cariño. Luego salieron corriendo al jardín, dejando tras de sí el eco de sus risas.
Cuando la puerta se cerró tras ellas, James se