Isabelle estaba frente al espejo, ajustando el broche de su brazalete. El mismo que James le había regalado años atrás, en un cumpleaños que parecía lejano y reciente al mismo tiempo. Llevaba un vestido de seda color vino, de corte limpio, con espalda descubierta y una caída que sugería sin mostrar. Su cabello recogido en un moño bajo dejaba al descubierto la línea de su cuello, y sus labios tenían apenas un toque de color.
Leah entró primero, seguida por Alex.
—¿Vas a salir con James? —preguntó Leah, con tono curioso.
—Sí —respondió Isabelle, sin dejar de mirarse en el espejo.
—¿Se aman? —preguntó Alex, directo.
Isabelle se giró hacia ellos, sonriendo.
—Sí. Nos amamos.
Leah se acercó y tomó su mano.
—¿Y van a estar juntos para siempre?
Isabelle se agachó, abrazándolos a ambos.
—Eso espero. Y si no, al menos vamos a intentarlo con todo lo que tenemos.
Los niños asintieron, satisfechos con la respuesta. En ese momento, se escuchó el timbre en la entrada. Leah y Al