Mientras Noah seguía jugando con Alex en la sala, Adrien entró por el pasillo con Leah tomada de la mano. La niña, al ver a Isabelle, soltó a Adrien y corrió hacia ella con una sonrisa radiante.
—¡Mamá!
Isabelle se agachó justo a tiempo para recibirla en un abrazo fuerte, cálido, como si el día no estuviera completo sin ese gesto.
Alex, al verlos, se giró hacia Noah.
—Mi hermana llegó —dijo con entusiasmo, y se levantó para ir con ellos.
Tomó la mano de Leah con naturalidad.
—Ven, quiero presentarte a alguien.
Leah lo siguió, curiosa. Noah, que ya miraba a Isabelle con una mezcla de sorpresa y ternura, se incorporó ligeramente cuando los niños se acercaron.
Isabelle, con una sonrisa algo culpable, se volvió hacia él.
—Olvidé decirte… tuve cuates.
Noah soltó una risa suave, incrédulo.
—Claro que sí. Porque una sorpresa no era suficiente.
Leah se detuvo frente a él, frunciendo el ceño con concentración.
—Tú te pareces a alguien que conocí en la ciudad —dijo, co