El vestíbulo seguía en silencio, como si respetara el reencuentro. Noah y Isabelle caminaban despacio por el pasillo, aún procesando lo que acababa de revelarse.
—¿Y James? —preguntó Isabelle, con voz suave—. ¿No vino contigo?
Noah negó con la cabeza, con una expresión sombría.
—No quiso ver a Jonathan. No lo ha perdonado por lo que pasó… por haberte separado de él.
Isabelle bajó la mirada, pensativa.
—Tal vez fue mejor así.
Noah la observó con cuidado.
—Pero ahora que estás aquí… podrías decirle. Saber que estás viva, que estás cerca… le cambiaría el ánimo.
Isabelle se detuvo. Su mirada se volvió seria.
—No puedo, Noah. No todavía.
Noah frunció el ceño, confundido.
—¿Por qué no?
Isabelle respiró hondo.
—Sé que suena cruel… pero tenemos que esperar. Jonathan aún vive. Y si se entera de algo, si sospecha… puede cambiarlo todo.
—¿Cambiar qué cosas?
—Todo lo que tiene. Todo lo que controla. Cuando él ya no esté… todo pasará a mí. La empresa, las propiedades,