El auto se detuvo frente a la entrada principal de la mansión Moore. El cielo de York estaba cubierto, como si el día compartiera el mismo gris que se había instalado entre ellos.
James bajó primero. Rodeó el auto con pasos medidos y abrió la puerta del copiloto sin decir una palabra. No la miró. No hizo contacto visual. Solo sostuvo la puerta, como quien cumple una formalidad.
Isabelle bajó con cuidado. Al pasar junto a él, el aroma de su perfume la envolvió por un instante. Ese aroma. El que siempre la había hecho cerrar los ojos. El que ahora dolía.
Entró sin decir nada. James la siguió, pero cada uno tomó rumbo distinto. Dos figuras bajo el mismo techo, caminando hacia habitaciones separadas.
Más tarde, cuando el reloj marcó la hora de la comida, Isabelle bajó por la escalera principal acompañada de Camille y Lucie. Había cambiado de ropa, pero no de expresión. Su rostro seguía sereno, aunque por dentro, todo era ruido.
James ya estaba en el comedor. Conversaba con Noah