La luz de la mañana se filtraba por los ventanales del departamento de Elena, proyectando sombras suaves sobre el suelo de madera. James abrió los ojos con dificultad. Su cabeza palpitaba, y el cuerpo se sentía pesado, como si el sueño no hubiera sido descanso sino desconexión.
Se incorporó lentamente. Estaba sin camisa, aún en el sofá. Elena apareció desde el pasillo, vestida con un camisón claro, el cabello recogido con descuido.
—Buenos días —dijo con una sonrisa tranquila—. Ya es tarde. Deberías vestirte para la junta.
James se sentó, pasándose una mano por la cara. Su mente era un rompecabezas incompleto. Lo único que recordaba con claridad era estar en el bar, tomando unos tragos. Después… nada.
—¿Qué pasó anoche? —preguntó, sin mirarla.
Elena se detuvo a unos pasos, estudiándolo con atención antes de responder.
—Pasó más de lo que esperabas —dijo, con tono suave—. Debo decir que fuiste tú quien me provocó.
James frunció el ceño. No había imágenes claras en su ment