El estudio estaba bañado por la luz suave del mediodía. Papeles, planos y bocetos del proyecto *Eterna* cubrían la mesa entre James e Isabelle, pero la concentración parecía esquiva.

James hojeaba un documento sin realmente leerlo. Isabelle, sentada frente a él, lo observaba en silencio. Había algo distinto en su mirada: más contenido, más distante.

—¿Te molesta la actitud de Noah? —preguntó Isabelle, sin rodeos.

James levantó la vista, sorprendido por la pregunta. Tardó un segundo en responder.

—No —dijo, con voz neutra.

Isabelle lo estudió. Conocía ese tono. No era indiferencia, era contención.

Sin decir nada más, se levantó de su silla. Caminó hacia la puerta del estudio, que estaba entreabierta, y la cerró con suavidad. El clic del pestillo sonó como una declaración.

Volvió hacia James, que seguía sentado en su silla giratoria. Sin pedir permiso, se acomodó sobre él, sentándose a horcajadas, con las manos en sus mejillas.

James la miró, primero con sorpresa, luego