Caminaron en silencio por el pasillo, la luz tenue de las lámparas proyectando sombras suaves sobre las paredes. Isabelle soltó la mano de Noah al llegar al vestíbulo, pero no se alejó del todo.
Noah la miró, con una mezcla de gratitud y culpa.
—No tenías que salvarme de tu padre —dijo en voz baja.
Isabelle se giró hacia él, con expresión serena pero firme.
—Aunque esté enojada contigo, no voy a permitir que él siga haciéndonos daño. Ni a ti. Ni a James.
Noah bajó la mirada, tocado por sus palabras.
—Gracias.
Isabelle asintió, sin suavizar del todo su gesto.
—Voy a descansar.
—Buenas noches —respondió Noah, con sinceridad.
Isabelle se giró y caminó hacia su habitación. No cerró la puerta con fuerza, pero el sonido del picaporte resonó como un punto final.
Y Noah se quedó allí, sabiendo que el perdón aún estaba lejos, pero que algo en ella seguía protegiéndolo.
Isabelle cerró la puerta de su habitación con suavidad. El silencio la envolvió como una manta pesada.