El comedor estaba casi en penumbra. La luz del candelabro proyectaba sombras largas sobre la mesa vacía. Isabelle se había retirado sin mirar atrás. Beatrice y James la siguieron poco después. Solo quedaban Jonathan, Noah y Gregory, que permanecía en su sitio, como si su presencia pudiera evitar que algo se rompiera del todo.
Jonathan se sirvió otra copa, pero no bebió. Su mirada estaba fija en Noah.
—¿Vas a quedarte ahí sin decir nada? ¿Después de lo que le hiciste?
Noah no respondió de inmediato. Su expresión era tensa, pero contenida.
Jonathan se inclinó hacia él, la voz cargada de rabia.
—Le pegaste. A tu esposa. ¿Sabes lo que eso significa?
Noah apretó la mandíbula.
—No deberías decirlo como si fuera solo “mi esposa”. Tú la obligaste a serlo.
Jonathan se incorporó, la copa temblando en su mano.
—¿Obligarla? ¿Crees que ella no tuvo opción? ¿Que todo fue por mí?
—Sí —respondió Noah, sin vacilar—. Tú decidiste que esa unión era estratégica. Que unir Hartley con M