James terminó el último bocado de postre, dejó la copa sobre la mesa y se levantó con una calma que no coincidía con lo que sentía. Caminó por el pasillo hasta la habitación de Isabelle y golpeó suavemente.
—Pase —respondió ella, sin levantar la voz.
Al abrir, James la encontró de pie, con el cabello húmedo y una bata ligera, acomodando algo sobre la mesita. Isabelle lo miró y su expresión se endureció.
—¿Y ahora qué? —preguntó, seca.
—Quiero hablar contigo.
Ella soltó una risa breve y sin humor.
—¿Hablar? No sabía que te quedaba interés… y menos cuando ya tienes a Sophie ocupando tu tiempo.
James entrecerró los ojos y dio un paso más.
—¿Y tú quieres hablar de Sophie? ¿Por qué no hablamos de Noah… o de Adrien Beaumont?
Isabelle lo fulminó con la mirada.
—Noah es mi marido, aunque no nos guste. Y Adrien… es un hombre con el que tuve una conversación. No todo en mi vida gira alrededor de ti, James.
—Claro que sí —replicó él, acercándose otro paso—. Siempre lo ha