La mansión estaba en silencio cuando llegaron. El eco de sus pasos sobre el mármol parecía más fuerte de lo normal, como si las paredes mismas contuvieran la respiración.
Isabelle iba a dirigirse a su habitación, pero Noah cerró la puerta tras ellos y le bloqueó el paso.
—Esta noche, no —dijo con firmeza, mirándola a los ojos.
—Noah… —comenzó, intentando esquivarle.
Él dio un paso hacia ella, acortando la distancia.
—Solo quédate.
—No es buena idea —replicó, aunque su voz carecía de verdadera fuerza.
—Tal vez no —admitió—, pero nunca hemos sido de seguir las buenas ideas.
Isabelle sostuvo su mirada unos segundos más, buscando un motivo para apartarse… pero no lo encontró. Noah extendió la mano, rozando apenas sus dedos, y fue suficiente para que ella cediera.
Sin apartar la vista de ella, la condujo hasta su habitación. Al cerrar la puerta, el ambiente cambió: el aire parecía más pesado, cargado de algo que ninguno de los dos quería nombrar.
Noah la acercó lentamen