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Sophie, captando la dirección de esa mirada, sonrió con satisfacción. Se sirvió un poco más de té y, sin despegarse de James, rozó su rodilla con la de él bajo la mesa. se inclinó ligeramente hacia James para acomodarle el cuello de la camisa, un gesto nimio… pero con una intimidad que no pasaba desapercibida.

—Estás arrugado aquí —murmuró ella, tocándole apenas la clavícula—. No me extraña, con la noche que tuviste.

James le sostuvo la mirada un segundo y luego sonrió apenas, sin confirmar ni negar nada. Isabelle sintió un nudo en el estómago, pero no apartó la vista.

—Veo que estás bien atendido —comentó Camille, con un tono lo suficientemente ambiguo para que fuera difícil saber si hablaba de la camisa… o de algo más.

James giró hacia ella, alzando una ceja.

—No me quejo.

Sophie, triunfante, tomó un sorbo de su té.

Miranda fingió una risa breve, mientras Noah, que hasta entonces se había mantenido en silencio, tomó un sorbo de café y añadió:

—No sé, yo creo que un
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