El auto se detuvo frente a la Mansión Moore. Isabelle, desde la ventanilla, distinguió a Noah en el jardín. No estaba solo. Miranda estaba frente a él, con una mano apoyada en su brazo y una sonrisa cargada de una complicidad que Isabelle no recordaba haber visto.
No era un beso. No era un abrazo. Pero era demasiado cercano.
Camille, sentada junto a ella, siguió la dirección de su mirada.
—¿Ese es Noah? —preguntó, arqueando una ceja.
Isabelle no respondió. Sus dedos se cerraron con fuerza sobre el bolso mientras apartaba la vista.
Cuando el auto se detuvo, Noah ya estaba solo y caminaba hacia ellas con una sonrisa cordial.
—Bienvenida —dijo, como si no hubiera notado nada—. No pensé que volverías tan pronto.
—Aquí estoy —respondió Isabelle, con un tono neutro.
Pidió a un empleado que llevara las maletas al interior. Camille intercambió una mirada rápida con ella, pero no dijo nada.
En el comedor de la mansión el ambiente era denso desde el inicio. James estaba en su