Emmir suspiró, inclinando la cabeza. El dolor de cabeza que lo había acosado por la falta de sueño se intensificó.
—Kerim siempre nos ha dado dolor de cabeza, papá. Él no entiende la responsabilidad. Solo nos toca esperar que algún día entienda el sentido de la responsabilidad.
—Al menos tú no fuiste rebelde como tu hermano. Tú comprendiste el valor del apellido Seller. —Baruk se acercó de nuevo, esta vez para palmearle el hombro con genuino afecto.
Emmir sonrió con tristeza.
—Sabes que siempre te he apoyado, papá. Siempre he hecho lo que se esperaba de mí.
Baruk lo miró a los ojos, el remordimiento, una emoción rara en él, asomando por un instante.
—Lo sé, hijo. Y es por eso que a veces siento que te desgracié la vida con esa mujer tan insoportable.
Emmir bajó la mirada con resignación.
—No te preocupes, papá. Ya no podemos hacer nada más. El pasado es pasado. Iré a dormir. Necesito estar lúcido para la junta de esta tarde.
Baruk asintió. Un gesto breve, pero que sellaba la dolorosa