Emmir cerró los ojos en su cama, ignorando la espalda tensa de Ariel a su lado. El olor a perfume costoso y el ambiente sofocante de su suite se disolvieron, reemplazados por el sonido rítmico de las olas y el aroma salino del mar.
Dos noches antes.
La Segunda Noche en Silencio
Defne no era una mujer que se inmiscuyera. Su eficiencia como secretaria ejecutiva de Emmir se basaba en la precisión y la distancia profesional. Sin embargo, la segunda noche en la casa de la playa había borrado las líneas invisibles del organigrama. Habían pasado dieciséis horas encerrados en la sala de conferencias improvisada, con la ambición del nuevo proyecto Seller como única compañía. Eran las once de la noche.
—Creo que hemos terminado por hoy, señor Seller —dijo Defne, frotándose los ojos.
Emmir se dejó caer en el sillón.
—Llámame Emmir, por favor. Ya es demasiado tarde para protocolos.
Ella sonrió apenas, un gesto cansado pero hermoso. Emmir la miró, notando por primera vez la fragilidad bajo el estr