Sofía soltó una risa suave.
—Sé que pronto tomarás una buena decisión, Kerim. Siempre lo haces.
—Eso es cierto —respondió Kerim, y el silencio se instaló entre los dos, denso y cargado de palabras no dichas.
La noche había caído sobre la ciudad y la tenue luz de la lámpara apenas iluminaba la sala. Afuera, el viento jugaba con las ramas de los árboles, mientras adentro, en ese pequeño salón privado, Kerim y Sofía compartían una copa de vino. Todo parecía en calma, pero bajo la superficie hervían las emociones, los recuerdos y las heridas abiertas.
Kerim suspiró y miró el vino girando en su copa, absorto en pensamientos que no se atrevía a compartir. Finalmente, rompió el silencio.
—Sabes, Sofía... me voy a ir. El bebé aún no me conoce, es pequeño, no entenderá mi ausencia. Zeynep sabe bien que en cualquier momento me voy y desaparezco de sus vidas para siempre.
Sofía lo miró con atención, sin decir nada, sabiendo que a veces el consuelo es solo escuchar.
Kerim se llevó la copa a los l