Zeynep empujó suavemente la puerta de la habitación y se detuvo ante la escena que se desplegaba frente a ella. La luz de la mañana caía sobre la alfombra y acariciaba los cabellos oscuros de Kerim, que estaba sentado en la cama con Evan en brazos. El pequeño reía, agitando las manitas, mientras su padre le hacía cosquillas en la barriguita y le susurraba palabras cariñosas.
Kerim alzó la vista y sonrió apenas al verla entrar, como si de pronto la rutina adquiriera un matiz más cálido.
—Mira quién llegó con tu biberón —dijo, inclinando la cabeza hacia Evan, quien, al ver a su madre, agitó los brazos con más fuerza.
Zeynep sintió que algo dentro de ella se ablandaba. Caminó hasta la cama, depositó la bandeja cuidadosamente sobre las sábanas y se acercó al pequeño, tomando el biberón. Se inclinó hacia su hijo, el rostro suavizado por una ternura que solo él conseguía despertar.
—Ven acá, mi amor. Ven con mamá —susurró, estirando los brazos.
Kerim le entregó a Evan con cuidado, observand