Zeynep bajó las escaleras en silencio, con el cabello aún húmedo por la ducha y la mente dando vueltas por todo lo ocurrido la noche anterior. El eco suave de sus pasos se mezclaba con el aroma a café recién hecho que salía desde la cocina. Podía escuchar las voces graves de Baruk y Selim discutiendo en murmullos, como si intentaran no levantar sospechas.
Al entrar, ambos hombres se callaron de inmediato y la miraron como si hubiera interrumpido algo importante.
—Buenos días, hija —saludó Selim con su tono paternal y dulce.
—Buenos días a todos —respondió ella, intentando sonar tranquila mientras caminaba hacia el fregadero.
Abrió la llave, dejó correr el agua tibia y comenzó a lavar el biberón de su hijo. El ruido del agua llenó el silencio incómodo que se había formado entre los tres. Ella sentía las miradas sobre su espalda.
—¿Kerim ya se levantó? —preguntó Selim de repente.
Zeynep lo miró por encima del hombro y asintió.
—Sí… él está con el bebé. Quiso quedarse con él un rato.
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