Capítulo 37 Él te necesita.
El amanecer entraba tímido por las cortinas del apartamento, tiñendo de tonos dorados el suelo y los muebles. El silencio era espeso, apenas interrumpido por el suave murmullo del bebé en su cuna. Zeynep, de pie frente a la ventana, sostenía una taza de café entre sus manos frías. Había llorado durante la noche, pero ahora su rostro mostraba una calma forzada, la serenidad de quien ya ha tomado una decisión.
Sus maletas esperaban junto a la puerta. Dos pequeñas, discretas, pero que parecían contener años de emociones comprimidas.
Kerim estaba sentado frente a ella, con la mirada perdida en el vapor que salía de su taza. No había dormido. Cada minuto de la madrugada lo había pasado mirando el techo, preguntándose en qué momento su vida se volvió un torbellino del que no sabía salir.
Zeynep fue la primera en romper el silencio.
—Kerim… —dijo suavemente, sin mirarlo—, cuida mucho del bebé. Yo tengo que irme. No puedo quedarme más tiempo aquí.
Tomó un sorbo de café, respiró hondo y contin