El ascensor se deslizó suavemente hacia arriba, su interior iluminado por una luz cálida que contrastaba con el murmullo lejano del vestíbulo. Kerim sostenía las maletas y, de vez en cuando, Zeynep lo observaba de reojo, incapaz de ocultar la ternura y la esperanza que bullían en su interior. Mientras abrazaba con suavidad al pequeño en sus brazos, pensó: Estos serán días muy felices para ambos, ya lo verás, mi pequeño. Kerim pasará tiempo con nosotros, y aunque aún no lo sepa, este será el inicio de nuestra familia. No tendrá otra opción, mi amor. Solo falta que el destino nos ayude un poco más.
Las puertas del ascensor se abrieron con un leve sonido metálico. Kerim salió primero, arrastrando las maletas con una mezcla de nerviosismo y determinación. Zeynep lo siguió, acunando al bebé contra su pecho. Kerim sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta del departamento. Al cruzar el umbral, Zeynep sintió una corriente de aire fresco y una sensación de posibilidad. Aquí, en este lugar