Julienne Percy
Me miré en el espejo. No parecía tan rota. Aún delgada, aún frágil, pero mis ojos ya no tenían esa sombra opaca que me había acompañado las últimas semanas. Me peiné con cuidado, recogiendo mi cabello en una trenza suelta, y me coloqué un vestido de algodón claro que había evitado usar durante días. El contacto con la tela me pareció extrañamente reconfortante.
Un golpe suave en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—Pase —murmuré.
La puerta se abrió con cautela, y una empleada ingresó en la habitación. En sus brazos, envuelto en una mantita color marfil, estaba él. Mi hijo, Khaos.
Me puse de pie de inmediato, sin pensar, como si algo en mi instinto se encendiera por completo. Mis manos temblaban levemente mientras me acercaba. La empleada lo sostuvo con firmeza un instante más, como dudando, pero yo ya tenía los brazos extendidos.
—Démelo —pedí.
Ella lo depositó con lentitud en mis brazos. En cuanto lo sentí contra mi pecho, algo dentro de mí se alineó. Su calor, su a