Davian Taleyah
La cena había terminado, pero el sabor a hierro seguía entre mis dientes. No por la comida. Sino por sus palabras.
"Nunca seré tu luna."
Cada vez que las recordaba, sentía una mezcla de rabia, culpa… y respeto. Porque Julienne, incluso después de haber tocado el fondo más oscuro, se alzaba con la cabeza en alto. Más loba que nunca.
Caminé en silencio hacia la sala contigua, dejando que el eco de mis pasos se perdiera entre las paredes altas de mi mansión, Elian me seguía de cerca, con su andar despreocupado y su eterna expresión de diversión contenida. Llevaba dos copas de cristal y una botella de whisky antigua, una reserva tan vieja como nuestra línea de sangre.
Nos sentamos frente a la chimenea. El fuego ya estaba encendido, lanzando sombras rojizas que danzaban por la sala, Elian me tendió una copa y levantó la suya en el aire.
—Por las mujeres imposibles —brindó con una sonrisa torcida.
Chocamos suavemente las copas y dimos el primer sorbo. El whisky bajó por mi ga