Davian Taleyah
No sabía que algo tan pequeño pudiera consumir tanto.
Khaos llora otra vez. Un sonido agudo, desesperado, que atraviesa incluso las paredes gruesas de esta maldita mansión. Es la tercera vez esta noche, o la cuarta, ya perdí la cuenta. Lo único que sé es que ya no hay noche ni día. Solo intervalos de llanto, biberones, pañales y vómitos, y silencio pesado cuando al fin logro dormirlo.
Me incorporo de la silla sin pensarlo. El cuerpo se me mueve por costumbre. Voy al cuna donde Khaos se retuerce, su carita roja, los puñitos alzados como si peleara con un enemigo invisible. Su llanto ya no me altera, pero es muy agotador.
Lo alzo. Lo apoyo contra mi pecho. Cierro los ojos y respiro profundo.
—Shhh… ya estoy aquí.
Kaemon ruge bajo, inquieto. No por el bebé. Por ella.
Julienne no ha querido salir de la cama en días. No habla. No come. Apenas duerme, y cuando lo hace, lo hace con ese gesto de vacío en el rostro. A veces murmura. A veces se encoge como si sintiera dolor físic