Roan Percy
El eco de las voces en el salón del consejo siempre me ha incomodado. Se siente como si los muros de piedra no solo guardaran secretos, sino que los juzgaran también. Esta vez no era distinto. Solo que ahora, en lugar de debatir sobre territorio, alianzas o amenazas externas, debatíamos sobre mi hermana.
Julienne.
Me obligué a mantener la espalda recta mientras Davian Taleyah cruzaba la sala cargando al pequeño entre sus brazos. Su cachorro. Mi sobrino. Lo sostenía con una mezcla de posesión y cuidado que solo había visto en los machos fuertes, y aunque mi corazón quería destrozarlo por todo lo que le hizo a Julienne, una parte de mí comprendía que ese bebé era su prioridad… al menos, ahora.
Kian Duncan, mi alfa, estaba a mi izquierda. Su ceño fruncido decía más que cualquier palabra. Él también había visto la lenta caída de Julienne desde su regreso a la mansión Taleyah. Su fuerza, su luz, su terquedad. Todo se había ido desvaneciendo como humo en el viento. Ella ya no era