Davian Taleyah
Me sentía tenso. Molesto. Confundido.
Desde que la cena terminó, no podía apartar la imagen de Julienne mirando en silencio la cercanía entre Elion y Rachell. Su incomodidad me caló más de lo que estaba dispuesto a admitir. Ella no dijo nada, como era su costumbre últimamente, pero su silencio hablaba con gritos que solo yo parecía escuchar. Las miradas furtivas que Elion le dirigía durante la cena no me pasaron desapercibidas. Tampoco el rubor que cubría las mejillas de Julienne cada vez que sus ojos se encontraban.
Caminé por el pasillo largo hasta su habitación, con pasos lentos pero firmes, intentando encontrar una excusa lógica para la furia irracional que me estaba carcomiendo por dentro. ¿Qué me molestaba más? ¿Que Elion no dejara de mirarla como si le perteneciera? ¿O que Julienne no apartara la mirada con suficiente rapidez?
Me detuve frente a la puerta y respiré hondo antes de tocar.
Nada.
Abrí de todos modos.
Julienne estaba sentada en el alféizar de la vent